Como muestra de la vitalidad comercial del Call de Barcelona, dentro del barrio judío de la ciudad coexistieron dos alhóndigas como mínimo, que eran un conjunto de edificios donde los mercaderes podían depositar sus mercancías, hospedarse y hacer sus transacciones. Las dos alhóndigas del Call de Barcelona se encontraban, una en el interior de la primera manzana de la calle de la Font (actual Sant Honorat) por donde se accedía y la otra, en la manzana donde se sitúa el conjunto del colegio e iglesia de Sant Sever. De hecho, este conjunto religioso construido en el siglo XVII se levanta, en buena parte, sobre lo que había sido la alhóndiga judía de la calle de la Volta. La desaparición oficial del Call a principios del siglo XV acabó con el funcionamiento de sus alhóndigas, del que se había perdido la memoria histórica. Se desconoce cuál era la fisonomía y distribución de esta alhóndiga. Estas construcciones tenían normalmente un paso exclusivo hacia un patio cerrado que permitía la entrada de las mercancías.